Hay especimenes que sinceramente me sacan de quicio.
Como la gorda pseudointelectual que estudia conmigo. Que me saluda con emoción, me besa y me abraza, llenándome de elogios, mientras desea desesperadamente que se me caiga el cabello, la lengua se me pudra y decida lanzarme de un edificio mientras ella documenta el evento. Sencillamente no entiendo la hipocresía, y aunque intento jugar su juego, debo admitir que disfruto más diciéndole a la cara lo estupida que es y lo inútil que es que rebaje sus kilos de sobra, porque sencillamente la celulitis la lleva en el cerebro. Me cae mal y me ladilla.
Tampoco tolero a la muchachita sin personalidad, que no es más que un espejo roto y simplón de un reflejo feo y atontado. Pero vale, ella aunque sea no me saluda con cordialidad, el odio es tan tangible que a veces puedo tocarlo.
En fin, no tiendo a llevarme bien con las mujeres, y creo que mucho se debe a que sencillamente no me importa llevarme bien con ellas. Me desesperan las conversaciones fresas y estupidas, banales y sin causa que se desatan en esas mentes vacías, que creen que con maquillaje el alma se ve mejor.
Aparte de sus rollos feromonicos. Creo que todo empieza, cuando se ven acorraladas por una banda de hombres jodedores que se burlan de ellas, y ellas cuando no tienen la entereza y la destreza mental para dejarlos en su sitio, buscan desesperadamente a una mujer que las ayude, simplemente por el hecho de ser mujer, entonces me veían a mi, riendo en una esquina. El hecho de que yo me riera hasta el cansancio de buenas bromas, y aparte dijera una que otra, y no las ayudara en absolutamente nada, era para ellas una falta grave al código femenino. ¡Al cuerno el código femenino!, si no saben defenderse no crean que yo las voy a defender. Yo me guío por el código de amistad.
Total que las féminas son más las que me odian a las que me quieren. Pero, eso no me quita el sueño. Las mujeres que están a mi lado, no lo están por ser mujeres, están a mi lado porque conocen el significado de la amistad, y tienen la entereza necesaria que requiere aguantar, a veces, mis bromas pesadas.
Pero esto no me quita el sueño, vivo feliz con mis buenas vibras. Me seguiré riendo cuando se burlen de ellas si las bromas son buenas, y seguiré orando para que la celutis cerebral se les disperse un poco.
Las mujeres somos seres extraordinariamente inteligentes. Poseemos una avanzada inteligencia emocional, es cierto. Pero hay especimenes que vienen con defectos de fabrica, a esos, chicas, fue a los que me referí hoy.
Como la gorda pseudointelectual que estudia conmigo. Que me saluda con emoción, me besa y me abraza, llenándome de elogios, mientras desea desesperadamente que se me caiga el cabello, la lengua se me pudra y decida lanzarme de un edificio mientras ella documenta el evento. Sencillamente no entiendo la hipocresía, y aunque intento jugar su juego, debo admitir que disfruto más diciéndole a la cara lo estupida que es y lo inútil que es que rebaje sus kilos de sobra, porque sencillamente la celulitis la lleva en el cerebro. Me cae mal y me ladilla.
Tampoco tolero a la muchachita sin personalidad, que no es más que un espejo roto y simplón de un reflejo feo y atontado. Pero vale, ella aunque sea no me saluda con cordialidad, el odio es tan tangible que a veces puedo tocarlo.
En fin, no tiendo a llevarme bien con las mujeres, y creo que mucho se debe a que sencillamente no me importa llevarme bien con ellas. Me desesperan las conversaciones fresas y estupidas, banales y sin causa que se desatan en esas mentes vacías, que creen que con maquillaje el alma se ve mejor.
Aparte de sus rollos feromonicos. Creo que todo empieza, cuando se ven acorraladas por una banda de hombres jodedores que se burlan de ellas, y ellas cuando no tienen la entereza y la destreza mental para dejarlos en su sitio, buscan desesperadamente a una mujer que las ayude, simplemente por el hecho de ser mujer, entonces me veían a mi, riendo en una esquina. El hecho de que yo me riera hasta el cansancio de buenas bromas, y aparte dijera una que otra, y no las ayudara en absolutamente nada, era para ellas una falta grave al código femenino. ¡Al cuerno el código femenino!, si no saben defenderse no crean que yo las voy a defender. Yo me guío por el código de amistad.
Total que las féminas son más las que me odian a las que me quieren. Pero, eso no me quita el sueño. Las mujeres que están a mi lado, no lo están por ser mujeres, están a mi lado porque conocen el significado de la amistad, y tienen la entereza necesaria que requiere aguantar, a veces, mis bromas pesadas.
Pero esto no me quita el sueño, vivo feliz con mis buenas vibras. Me seguiré riendo cuando se burlen de ellas si las bromas son buenas, y seguiré orando para que la celutis cerebral se les disperse un poco.
Las mujeres somos seres extraordinariamente inteligentes. Poseemos una avanzada inteligencia emocional, es cierto. Pero hay especimenes que vienen con defectos de fabrica, a esos, chicas, fue a los que me referí hoy.
Comentarios
Muy bueno lo del espejo de un reflejo feo y atontado jeje.. me reí por horas.
Yo sé quién es!
:)
En alguna oportunidad menciono a una mujer el nombre de otro y entonces esta me dice "la boca e'pato".
Qué?, le digo yo.
Sí, la "culo e'plato" esa - me dice otra.
Que? Le contesto a esta...
Para ser franco cuando hablo con mujeres prefiero no mencionar el nombre de otras...pareciera que siempre tuvieran algo en contra de alguien y que no pueden callárselo.
pero de verdad provoca matar a las locas hipócritas!
tranquilidad... y que se pudran ellas solitas... ni las tomes en cuenta!
un saludo!
Saludos.
Un beso!
Saludos.