I

Se sentó a su lado simulando que no le veía, que no había anticipado su aroma venenoso, sus rizos maltrechos y sus pecas adormecidas, como si su encuentro obedeció a un malabar del destino y no a un cálculo premeditado de días y caspa. Su mente se nubló, la ansiedad corría por sus venas como un río helado que baja de la montaña, y como llegando al encuentro con el mar, surgieron sonidos de su boca, que no atinó a acomodar siquiera para construir una idea que justificara tanto hielo en el cuerpo. 

  • Supongo que pediste un cafe

Ella volteó, su cuerpo intuía el de él como la presa a la fiera, un instinto animal que le alertaba del peligro, pero del cual decidió por mucho tiempo no escaparse, había vuelto un arte el morir entre sus brazos. Las palabras que soltó la fiera herida no fueron más que una oda al pasado, con un dejo de intimidad, de pintarse sangre en la boca para aparentar el salvajismo de días vividos y mitigar así el hambre, pero la presa ya no era tal, la fracasada imagen de cazador furtivo se acercaba más a la de un púber colérico.    


- Quieres uno?  - dijo ella, mirando al camarero y como anulando su existencia, con una frialdad exquisita.  

- Cortado, por favor. - y continuó - Fer me ha dicho que querias verme. 

- Si, es necesario. Es importante que abordemos esta situación con madurez. 


- Con madurez? Esto es una niñería de Marina, otra más de sus malcriadeces… luego nos toca a nosotros hacer la limpieza, es ella quien debe madurar! 

- Esto no se trata de ti, no se trata de que tengas que limpiar o recoger algo. Se trata de nuestro hijo… 

- Nuestro hijo? Fer? Que tiene que ver Fer en esto? 

- Fer no, Marcos. 

- Marcos? Ya empezamos con las alucinaciones y la locura. Yo no pienso ser un payaso más de este circo que intentan montar. Tu eres la culpable de todo esto, eres tu quien siempre quiere controlarlo todo, yo no seré de nuevo tu marioneta.  

Toma un sorbo de café frío, mientras sus ojos dan un leve brinco, en un pestañeo que pareciera durar más de lo normal, lo suficiente para menguar las ganas de derramar el café sobre la fiera herida. 

- Esto no se trata de ti, recuerda que… - la interrumpio - 

- No sé siquiera por qué accedí a verte. 

- Recuerda que nos pidió que le llamaramos Marcos. No actúes como el zoquete que eres, pon de un lado tu estupidez y dale el espacio a nuestra hija… - un “cono” mental le detuvo en seco, la emoción se apoderó de ella por un instante y el interlocutor no lo desaprovechó - 

- Aja! Tú lo has dicho señorita modernidad, nuestra hija cono, hijA 

- A nuestro hijo. 

- Mi hijo se llama Fernando, no sé qué carajos se les ha metido a ustedes en la cabeza, no sé que intentan con esto. Tu sabes que yo soy un hombre de avanzada, pero esto, esto no es más que ganas de joder! 

- Que poco humano eres, con tu propio hijo!  

Derramó el café, helado y con muy poco que correr por la mesa, tomó el bolí que llevaba como un tótem para situaciones tensas, lo ahorcó con sus dedos queriendo que fuese el cuello de la fiera, que tampoco era tál, se levantó y se marchó. 

Guillermo sabía que así terminaría todo, sin siquiera empezar. La claridad de la edad le había hecho vivir esa imagen en su cabeza como una premonición, consciente de que su bestia interna dominaría el encuentro. Estaba seguro también, de que sus vástagos propiciarian otro.

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