Tus ojos verdes y un café
Lo conocí en uno de mis viajes, me atrajo el olor a limón de su cabello. Le pregunte cuando había dejado de creer en Dios, me respondió con sus ojos verdes y sus labios carnosos que cuando “ella” lo olvidó dejó de creer. Le invite a tomar una taza de café, aunque tomé te. Sobre la mesa su mano rozaba la mía, como intentando lamerme con los dedos, el tic nervioso de mi pie comenzó a delatarme, tomé más te para tranquilizarme, mientras mis ojos intentaban esquivar el verde de los suyos. Así soy yo, una contradicción con patas, podía invitarle una taza de café, pero no podía verlo a los ojos.
Caminamos por una plaza de esas de enamorados, con palomas caminando y personas volando, de repente él tomo mi mano, y fue como si me abrazara, detuvo su paso frente a mi, y me hundió en el silencio con un beso, mientras colocaba una mano entre mis cabellos que revoloteaban con el viento, y la otra mano en las mariposas que revolotean al final de mi espalda. Me introdujo por un momento en una habitación oscura, donde solo estaba su alma y la mía, abrazadas en silencio, contemplándose desnudas y hundidas en la soledad de nuestras compañías, que por un momento no se sintió tan fría.
Lo conocí en uno de mis viajes, me atrajo el olor a limón de su cabello. Le pregunte cuando había dejado de creer en Dios, me respondió con sus ojos verdes y sus labios carnosos que cuando “ella” lo olvidó dejó de creer. Le invite a tomar una taza de café, aunque tomé te. Sobre la mesa su mano rozaba la mía, como intentando lamerme con los dedos, el tic nervioso de mi pie comenzó a delatarme, tomé más te para tranquilizarme, mientras mis ojos intentaban esquivar el verde de los suyos. Así soy yo, una contradicción con patas, podía invitarle una taza de café, pero no podía verlo a los ojos.
Caminamos por una plaza de esas de enamorados, con palomas caminando y personas volando, de repente él tomo mi mano, y fue como si me abrazara, detuvo su paso frente a mi, y me hundió en el silencio con un beso, mientras colocaba una mano entre mis cabellos que revoloteaban con el viento, y la otra mano en las mariposas que revolotean al final de mi espalda. Me introdujo por un momento en una habitación oscura, donde solo estaba su alma y la mía, abrazadas en silencio, contemplándose desnudas y hundidas en la soledad de nuestras compañías, que por un momento no se sintió tan fría.
Comentarios
Poética, hermosa niña. Muy poética.
Buena cualidad de escritora muestras y percibo cada vez que te leo.
Te felicito
Un abrazo
Nelson