La curiosidad mató a las gatas

Mi curiosidad muchas veces ha sido el motivo de cosas que hago, he sido la gata que la curiosidad ha matado, muchas veces. Fue mi curiosidad la que me llevo a visitar una adivina, bruja, vidente, santera, como sea que se le diga, el otro día. Mi curiosidad quedo satisfecha, en parte, como siempre. La mujer es, apartando su profesión, extremadamente simpática, pero su labor me parece una cuestión más de psiquis que de algo sobrenatural. Tenia mucho tiempo con ganas de ir, pero como suelo decir muchas veces: “mañana iré” y la verdad nunca voy, pero a veces me toman impulsos locos de hacer las cosas o definitivamente no hacerlas, ese día mi impulso fue visitar a la bruja, término por el cual no sé si se sentirá ofendida, en fin, le dije a mi madre que me acompañará y ella sin pensarlo dos veces me dijo que si, es que las mujeres sentimos una fascinación nata a que nos digan las cosas que ya sabemos, pero que preferimos oír de otra voz diferente a la interna, total que termine en casa de la bruja con mi mamá y mi tía, tres curiosas en casa de una vidente.

Esperamos horas y horas, porque aparte la mujer es muy solicitada, cuando al fin nos atendió, por supuesto una por una, cada una tenia su muerto que no quería destapar delante de la otra. Primero mi madre, la más curiosa e impaciente. Salió a la media hora con una cara que no supe si era de satisfacción o resignación, eso me asustó. Debía atravesar la casa para llegar como a una especie de patio donde estaba la bruja, una casa en situaciones precarias pero no percibí ni una gota de tristeza en sus paredes, se notaba a leguas que pertenecen al 80% de la población venezolana. Estaba asustada por lo que me fuese a decir y emocionada por lo que quizás escucharía, siempre he escuchado cuentos de personas que les dicen solo cosas malas, y sé que solo por eso la gente se llena de malas energías y se predisponen a todo, me daba miedo ser una de esas personas, porque me conozco, sé que ese tipo de cosas suelen desarrollar una especie de fiebre adictiva en mí por un tiempo, no quería convertirme en una visitadora asidua a la brujita, ni a las sesiones de tabaco.

Al entrar sus dones de parlanchina, confianzuda, alegre y locuaz saltaban a la vista, algo que me pareció muy chévere, no hubiese podido lidiar con una mujer misteriosa y con dotes de gitana barata. Lo primero que me dijo fue: “mi niña pero si tu estas limpiecita”, algo que en jerga de brujos quiere decir que nadie me ha “montado” hechizos o brujería, a lo que ellos también llaman “trabajos”. Lo primero que note fue una escena bastante grotesca de un montón de tabacos llenos de un liquido que no supe distinguir si era saliva u otra cosa. Me senté delante de ella y encendió su tabaco. Lo que me dijo, me lo reservo. Mi curiosidad estuvo satisfecha, lo que ella hacia era una mezcla de un altísimo grado de percepción, conocimiento del comportamiento humano, y, para no pasar por incrédula, si, quizás un toque de magia.

Salimos las tres gatas de la casa de la curiosidad compartiendo lo que nos habían dicho, burlándonos de las predicciones de la otra y riéndonos a carcajadas, paso el éxtasis y un silencio arropo por un instante nuestro camino de vuelta, luego volvió el éxtasis cuando ha alguna se le ocurrió otro comentario que inspiro otra ola de carcajadas. Un aire de complicidad nos unía al llegar a casa. Cuando nos preguntaron que habíamos estado haciendo, nos miramos y con una risa compartida y miradas compinches dijimos a unísono: “Cosas de mujeres”.

P.D.: Brujita sigo esperando…

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