Asfixiada de oxigeno decido buscarse un cigarrillo. Para no perderse tanteaba las paredes con sus manos, mucho esfuerzo encender la luz. El yesquero no estaba donde lo había dejado - maldita sea - (controle esos dedos señorita que nos cae la ley y nos cierra). Procedía a disculparse con la ventana, con el aire, con la luna, con sus pies, con las ramas, pero no pudo. Se tendió en el suelo. Se clausuró la vagina con un solo invitado, que se empeñaba en entrar y salir. Sus dedos se extendieron, y por fin notó que el piso estaba frío. No pudo llegar. Se levantó y se dirigió a buscar un vaso de agua. Un hilo frío y refrescante bajaba por su garganta. Y ya, a pesar de todo, nada se hizo interesante.

Avanza. Pum. Y... se detiene. A Dormir.

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