ay no
ay no
ya volvió!


Del gringo que se robó un monaguillo

Cu cu las dos están chifladas
El gringo llegó – era gringo como un tailandés es chino – de Trinidad, con los ojos azules y un apellido impronunciable. Era un contrabandista de amor, traía ilegalmente libros, en su mayoría de poesía, de todas partes del mundo, como decía él en su español golpeado: soy un pirata de letras. Como todo marinero que se respete tenía la incapacidad emocional de mantenerse enamorado de la misma persona por más de una semana, cuando se le pasaba el asombro, se acababa el encanto, una especie de amor a corto plazo. Consciente de su condición, sabía aprovechar sus oportunidades y más aun, con los años había ideado un plan de amor que le permitía vivir todas las fases, en una semana o menos.

Patricia no era menos especial que el resto de la humanidad, cuando se le observa con una lupa cualquiera puede resultar fascinante – dependiendo de los ojos que vean – para quien la mirase por mirar, no era más que la hija de Carmen Vargas, medio incrédula, medio pilas, demasiado en el medio como para resaltar. Para quien se detuviese a consentirla con los ojos, Patricia resultaba encantadora. Era como un animalito suelto en la oficina de un abogado, atendía las mesas del restaurante con una torpeza infinita, que disimulaba con una capacidad incuestionable para hacerse silenciosa, para pasar desapercibida.

Carmen miraba a su hija de reojo, nadie en este mundo sabía lo especial que era esa niña, a sus 22 años ya había terminado el bachillerato, y era, sin lugar a dudas la persona más inteligente del pueblo, nadie más lo sabía, porque su hija era invisible. Carmen cocinaba como si hiciera brebajes para devolverle la vida a un muerto, con la misma pasión con la que se cepillaba los dientes, y con la que había mandado a su familia en la ciudad al caño cuando insistieron en que se casara con su primo segundo y se fueran de luna de miel a la bota itálica. Ella vio al gringo entrar por la puerta, y supo de sólo verlo que era uno de ellos, un mechón blanco que le resaltaba en el lado derecho de la cabeza era la señal física de los que estaban destinados a maldecir a cada tres generaciones de mujeres en su familia, su abuela se lo había contado. Era irremediable, y ella lo sabía, el gringo infame venía por Patricia, sin siquiera saberlo.

La madre de Patricia se acercó a ella mientras servia los platos, y el asado se quemaba en la cocina, le arrebató la bandeja y empezó a decirle un montón de incoherencias, que si el día había llegado, el gringo había venido a quedarse en ella, y que la abuela María se lo había dicho. Patricia por su parte sabía que él día había llegado, si, el día en que su madre perdía la cordura totalmente. Patricia se preguntaba a si misma, con la mirada perdida: y ahora que haré?. Su madre respondía elocuentemente: que bueno que me crees, pensé que iba a tener que encerrarte en tu habitación, bueno lo primero es que te vayas a la casa, aunque creo que no funcionara, la abuela me advirtió que ellos pueden presentirte y que buscaran la forma de toparse contigo, quizá si te cortamos el cabello y te hacemos lucir espantosa…

Ninguna de las dos mujeres parecía escuchar a la otra. Patricia repetía: y ahora que voy hacer?...

De repente las dos dijeron a unísono: Tengo una idea!

Al fin parecieron percatarse de la existencia de la otra, miraron y se abrazaron, dichosas de tener la solución.

Patricia dijo: Llamaré a tus padres.

Mientras Carmen dijo: Te encerraré en un cuarto con él.

Las dos se quedaron mirándose fijamente, convencida de que la otra estaba completamente alienada.

Comentarios

Daniel dijo…
Muy fino los detalles... creo que es tu fuerte... :P
Besos para canela-ela!
A la final creo que vas a tener que hacer un libro con la recopilación de todas las cosas que escribes... Muy bueno... Besos para Canelita...

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