dame tu mierda, preciosura,
dame tu mierda, yo te daré la mía*




Rodrigo aguantaba cual zapato de recogelatas los desplantes de esa mujer que él creía amar. Su carácter aguado y escurridizo le hacía ferpecto para la cualidad de cuaima vagineitor descorazonada de su mujer. Y ella cual domadora de circo, se columpiaba entre mandatos y ordenes, reclamos y desplantes. Un pusilánime declarado y confeso.

Su mujer parecía alimentarse de su autoestima, como un animal feroz que a la vez te da de latigazos. Y nadie entendía por qué. Rodrigo parecía no estar conciente de la situación, y sin embargo parecía también que la compasión era lo que le movía a quedarse quieto ante tanto abuso femenino.

Pero un día, o una noche, ya no recuerdo, Rodrigo tomo un marcador indeleble y se dibujo una sonrisa en la cara, quizá porque quería dejar claro que sonreía a pesar de que sus músculos no le respondiesen y su miembro viril hubiese sido raptado, y así, fue encontrado su cuerpo guindado del techo de su habitación como una camisa que se deja secar al sol. Una nota suicida dirigida a la dominatrix asfixiante flotaba en el aire:

“Me harté… y estoy sonriéndote”

*"Me harte" - El otro yo

Comentarios

MentesSueltas dijo…
Pasaba a conocer tu espacio y encuentro letras fuertes, directas al mentón. Me gusta el estilo.
Volveré.

Un abrazo

MentesSueltas
Anónimo dijo…
Me gusto, es mas... me encanto!
Felicitaciones!
Saludos.
Nany (capochoblog.blogspot.com)
Anónimo dijo…
Fue algo demasiado radical, pero al menos no tendrá que calarsela más

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