S r o no S r
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Dos de ellas se sientan sobre la cornisa, encienden un par de cigarrillos y pronto comienzan a engendrar humo, una con las uñas de rojo y la otra con el dedo índice y el grosero amarillentos de tanto podrirse los pulmones.
La de rojo no pronuncio palabras mientras la amarillenta le proponía pasar juntas la noche, sin embargo sonrió, y luego le dijo que ella hace mucho se había dejado de puterias. La amarillenta se agacho, y en un gesto rarísimo procedió a olerle los pies, casi sin dejar de mirarla. La de rojo volvió a sonreír, con el oficio que había llevado las cosas raras se habían vuelto cotidianas. La amarillenta saco un pequeño capullo amarillo de su camisa y se la metió entre los dedos del pie derecho a la roja. Le dijo que no quería que se putiara con ella, que a este mundo ya le sobraban putas, y acercándose a su oído derecho le susurro: no quieres que le restemos un par de hipócritas?
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Dos de ellas se sientan sobre la cornisa, encienden un par de cigarrillos y pronto comienzan a engendrar humo, una con las uñas de rojo y la otra con el dedo índice y el grosero amarillentos de tanto podrirse los pulmones.
La de rojo no pronuncio palabras mientras la amarillenta le proponía pasar juntas la noche, sin embargo sonrió, y luego le dijo que ella hace mucho se había dejado de puterias. La amarillenta se agacho, y en un gesto rarísimo procedió a olerle los pies, casi sin dejar de mirarla. La de rojo volvió a sonreír, con el oficio que había llevado las cosas raras se habían vuelto cotidianas. La amarillenta saco un pequeño capullo amarillo de su camisa y se la metió entre los dedos del pie derecho a la roja. Le dijo que no quería que se putiara con ella, que a este mundo ya le sobraban putas, y acercándose a su oído derecho le susurro: no quieres que le restemos un par de hipócritas?
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PS: No soy homofóbica.