Otro cuento de amor...y algunas otras maldiciones

Por azares del destino o mala suerte, Juan Torrealba a los 18 años nunca había tenido relaciones sexuales…con una mujer. Y no es que por eso Juan Torrealba tuviese algún tipo de desviación sexual, pero en un pueblo como en el que él vivía, llegar a la mayoría de edad y todavía ser virgen, era una señal irrefutable de homosexualidad. Su padre y su hermano mayor, quienes no veían ningún progreso en la situación tan anormal para ellos de Juan, decidieron tomar cartas en el asunto y hacer lo más predecible, llevarlo a un burdel, que como ser su primera vez, debía ser el mejor burdel del pueblo, es decir, el burdel de Carmelo el Grande.

Carmelo el Grande era un ex-boxeador, a quien por su mala conducta, y por un sangriento episodio durante una pelea, lo habían vetado del escenario deportivo del país, y ya que había perdido su primer amor, decidió invertir su tiempo y su dinero en su segundo gran amor, las putas. Tenia 3 hermanos, de los cuales había tenido que hacerse cargo, ya que su madre cuando él tenia 14 años perdió totalmente la cordura, (o quizás solo escapo de ella) cuando se lanzó desnuda del techo de su casa, y cayó encima de una reja afilada, que la penetro como un cuchillo caliente a la mantequilla, la pobre murió “ensartada” literalmente. Los hermanos de Carmelo, no se sabe si por falta de creatividad, o pura flojera mental, se llamaban igual que él, Carmelo el del Medio, Carmelo el Pequeño, y Carmela.

Fue así como Juan Torrealba conoció a Carmela Vicente en el burdel “El Caramelo”. Entró calmado, luego de que su padre le hiciera beber tres tragos puros de ron caliente. Carmelo el Grande los recibió con una sonrisa, como recibe por primera vez a todos sus clientes, y les invitó a ver su carta de putas. A Juan ninguna le llamaba la atención en especial, todas le parecían iguales.

Sentados en el bar del burdel, Carmelo el Grande, el hermano de Juan y el Sr. Torrealba, negociaban un precio aceptable, mientras Juan revisaba con los ojos aquel lugar, que le parecía un intento fallido por mostrar elegancia, se veía deprimente y oscuro, con el aire tan denso debido a el humo de cigarro que se le dificultaba respirar, le parecía increíble que todos los hombres del pueblo esperaran la quincena para ir a dejársela completica a Carmelo el Grande.

Solo una puerta blanca, que parecía abstraída de aquel lugar, llamó su atención. Veía como entraban y salían de ella Carmelo el Pequeño y Carmelo el del Medio, al abrirla, la luz casi apagaba la oscuridad de todo el bar. Juan se puso de frente, le intrigaba que había detrás de esa puerta. Carmelo el Pequeño en un descuido la dejó abierta, Juan entró con los ojos, se encontró con una habitación de paredes amarillas, tan inocente y acogedora que jamás alguien hubiese tenido la malicia de ligarla aquel burdel deprimente. De repente pasó una criatura desnuda, de cabellos negros y largos, que rozaban sus nalgas y tapaban sus senos, pasó sonriente y bailando, Juan quedó estupefacto ante aquella aparición, dejó de respirar por treinta segundos, el tiempo necesario para que el corazón de Juan se enredara en aquellos cabellos oscuros, y el mismo tiempo que duró la aparición, ya que Carmelo el del Medio cerró la puerta de una patada, sacando a Juan de su parálisis mental inducida. Acto seguido Carmelo el del Medio le dio un puñetazo a Juan que terminó de bajarlo a tierra, Carmelo el Pequeño saltó y tomo a su hermano, Carmelo el Grande al ver esto, se paró inmediatamente y fue a recoger a Juan, le pregunto a el del Medio por que había golpeado a un cliente y este le contesto: “A el pendejo este lo caché mirando a Carmela”, Carmelo el Grande se enfureció, sus ojos se pusieron rojos como la sangre que hervía por todo su cuerpo, tomó a Juan por la camisa lo arrastró por todo el burdel hasta la calle, donde le dio una patada en el estomago que dejó a Juan sin aliento más tiempo del que lo había dejado Carmela. El Grande después de sacar a Juan, hizo lo mismo con su padre y con su hermano, que ya habían tomado represalias con los otros dos Carmelos.

Yacían entonces los 3 Torrealbas en las afueras del Burdel “El Caramelo”, El Grande les grito: "Torrealba, te salvas de que no te mato al pajuo de tu hijo por mirón, eso si, no quiero verlos a ninguno de los tres por aquí. ¡A Carmela nadie la mira! NA-DIE"

El Sr. Torrealba se levantó con una sonrisa, sacudió su camisa, y ayudó a levantar a Juan con un aire de satisfacción, el hermano de Juan sorprendido por su reacción le preguntó: Papá, ¿por que carajos está sonriendo?, no ve que por culpa de este imbecil casi nos matan!, a lo que el Sr. Torrealba contestó: Si, pero al menos ya sé que no es marico.

Juan tenia una semana sin dormir, la imagen de Carmela lo torturaba por las noches, sus sueños líquidos llevaban su nombre, debía hacer algo, si seguía así se iba a volver loco. Empezó a rondear el burdel por las mañanas, cuando sabia que Carmelo el Grande y Carmelo el del Medio iban a comprar licor y condones a la ciudad. Se asomaba por la ventana buscando la imagen desnuda de Carmela, pero solo veía a Carmelo el Pequeño cantando mientras limpiaba la casa con un delantal blanco y un plumero verde.

Juan ya llevaba un mes espiando la casa, cuando un día se encontró con una escena que, si bien no era la que tanto esperaba, lo acercaría de nuevo a la desnudez de Carmela Vicente, Carmelo el Pequeño corría con el delantal mientras lo perseguía un hombre desnudo con el plumero, Juan se dijo para si: Y pensar que el marica era yo…

A Juan se le ocurrió que la única forma de acercarse a Carmela era a través de su hermano marico, con el chantaje como medio, si Carmelo el Grande y Carmelo el del Medio se enteraban de que su hermanito botaba las plumas con el hijo del zapatero, como mínimo le cortaban la pinga. Lo difícil del asunto era encontrarse con Carmelo el Pequeño a solas.

La suerte le sonrió a Juan cuando el Pequeño fue a llevarle un par de zapatos al zapatero con la esperanza de ver a su compañero de juegos. Carmelo el Pequeño ya iba camino a su casa, cuando salta por detrás Juan, el Pequeño soltó un grito que lo hubiese delatado irrefmediablemente, pero por suerte solo estaba Juan para escucharlo.

Carmelo el Pequeño: Juan, Dios mío, ¡me asustaste!...que haces aquí?, si quieres ver a Melita de una te digo que no, Carmelo me mataría.

Juan: Estoy seguro que te mataría si le cuento de tus aventuras de plumero con el hijo del zapatero, así que vas a tener que ayudarme maricón…

A Carmelo el Pequeño los ojos le saltaron como una cotufa y le dijo: ¿que viste?

Juan: Los vi jugando al gato y al ratón, lo sé todo, sé que tres veces a la semana se te daña un par de zapatos, y que después él te los va a llevar, no te pongas cómico porque quieras o no tienes que ayudarme a verme con tu hermana.

Carmelo el Pequeño: Juan pero es que tu no entiendes, jamás podrás tener algo con Melita.

Juan: Eso lo decidiremos ella y yo, tu solo ayúdame a estar a solas con ella.

Carmelo el Pequeño había arreglado dejar la ventana del cuarto de Carmela abierta el jueves en la madrugada, mientras los otros dos Carmelos atendían el negocio. Juan se baño y se perfumó, se puso su camisa de fiesta, y lustró sus zapatos, compró doce rosas rojas y se fue al Burdel “El Caramelo”. En el camino iba practicando el discurso donde le declararía su amor incondicional a Carmela, había estudiado todas las posibles reacciones de Carmela y tenia la labia perfecta para lidiar con cada una, todo por tenerla.

Entró por fin a su cuarto y la encontró tendida en su cama, dormida, y, desnuda como se la imaginaba, ella no se inmuto ante el ruido que hizo Juan al entrar. Juan la observó allí, tan tranquila y calmada, la rodeaba un aura de paz, imposible de penetrar, la luz de luna que entraba por la ventana, tocaba su rostro y la hacia lucir de tal forma que la respiración de Juan se volvió a detener (igual que su corazón), mientras cayeron al suelo las flores (también su corazón), sus piernas le fallaron y tuvo que sentarse.

Pasaron dos horas y Juan no se atrevió a despertar aquel animal majestuoso que dormía a su lado. No cabía en él tanta crueldad. Carmela sonrió, sabrá Dios lo que soñaba, y Juan terminó de morir a su lado.

Al día siguiente Carmelo el pequeño consiguió dentro de uno de sus zapatos una nota que decía:

“No le he hecho nada a tu hermana, no podría hacerle yo algún daño, después que me ha dado tanta paz, necesito seguir viéndola, no te meterás en problemas mientras sigas dejando esa ventana abierta”
.

Juan llevaba cuatro meses vigilándole el sueño a Carmela, ya se lo conocía de memoria, había aprendido a soplarle la cara cuando tenía una pesadilla y arroparla cuando soñaba algo bonito. Todas las noches le llevaba algún regalo minúsculo que sus hermanos no notaran, a cambio se llevaba alguna prenda pequeña que tuviera su olor. Una vez a la semana llevaba un pequeño radio a baterías con alguna canción de amor que le recordaba a su bella durmiente.

Una noche Juan se había puesto su mejor perfume, llevaba el radio con la canción de la semana y una pequeña flor de papel escarchado que había comprado a una china del mercado. La noche estaba particularmente más oscura y Juan no vislumbro un charco que estaba debajo de la ventana del cuarto de Carmela. Esa noche dejó la flor junto a la lámpara de noche, la flor se calentó tanto con el bombillo que encendió fuego, Juan asustado ante aquel candelero tomó su camisa llena de escarcha por la flor y comenzó a golpear la mesa de madera que ya había agarrado candela, fue inminente que Carmela se despertara, Juan le dijo: "Por favor Melita no grites, yo no te voy hacer daño". Carmela asustada agarro un portarretratos con la foto de su difunta madre y se lo partió a Juan en la cabeza, Juan quedó tendido en el piso y Carmela salio corriendo de su cuarto a donde estaba Carmelo el Pequeño con el del Medio. Carmelo el del Medio corrió al cuarto de Carmela encendió la luz y vio las huellas de escarcha y lodo que había dejado Juan, alebrestado fue a buscar a Carmelo el Grande y le dijo que alguien se había metido al cuarto de Carmela, Carmelo el pequeño les repetía asustado que se quedaran tranquilos que seguramente había sido un animal. Los Carmelos furiosos recordaron aquel mirón que hace cinco meses se había quedado embobado con Carmelita, era el único sospechoso, a Carmelita no la veía nadie, NA-DIE.

El Sr. Torrealba abrió la puerta a las 3 de la mañana a esas dos fieras matahombres.

Carmelo el Grande: Torrealba, ¿Dónde está tu hijo?

Sr. Torrealba: ¿Qué quieres con mi hijo?

Carmelo el del Medio: ¡Viejo decrepito dinos donde está tu hijo sino quieres que sancochemos los huevos ya!

Carmelo el Grande: Tu hijo se metió con mi hermana, y es hombre muerto.

Los Carmelos se abrieron paso a la casa tirando al Sr. Torrealba al suelo, revisaron toda la casa hasta llegar a la habitación de Juan, donde estaban las mismas huellas de lodo y escarcha (maldita flor de escarcha pensaba Juan). Los Carmelos endiablados salieron de la casa, no sin antes advertirle al pobre viejo: Pon a tu otro hijo a embarazar mujeres Torrealba a ver si tienes más familia, este hijo se te murió!

Duraron dos días sin llegar a su casa buscando a Juan debajo de cada piedra, cuando llegaron encontraron a Carmelo el Pequeño histérico, envuelto en un mar de lagrimas.

Carmelo del Medio: ¿Qué te pasó a ti marica? ¿El zapatero te dejó?

Carmelo el Pequeño: Claro que no patán, pasa que… Melita no está.

Carmelo el Grande: ¿Como que no está? ¿Dónde está maricon? ¡Se supone que tú la tienes que cuidar!

Tres meses después Carmelo el Pequeño consiguió otra nota en uno de sus zapatos:

“Pequeño, gracias por la ayuda, Melita y yo estamos en un pueblo cercano, ella está más bella que nunca, he conseguido que no se desvista en la calle, pero todavía no me habla, aunque ya está más tranquila con mi presencia, creo que hasta confía en mí. La estoy enamorando. Solo espero escuchar el “si” de sus labios para hacerla mi esposa. La amo cada día más. Perdona que tardara tanto en escribir, pero había estado muy ocupado, te mando una foto de ella en la playa, brincaba de emoción con el mar. Te volveré a escribir pronto. Gracias de nuevo”

Carmelo el Pequeño sonrió con aire de picardía y murmuro: y este bobo todavía no se ha dado cuenta de que Melita es muda y loca como mamá…


P.D.: ...gracias a todos por los comentarios pasados :)

Comentarios

administrador dijo…
Está muy bueno tu cuento, aunque a ratos me recordó al libro del gabo "memorias de mis putas tristes" claro que el final de este es mucho mejor :-D

P.D. por casualidad no tienes una cuenta en la página de los cuentos loscuentos.net?
ela dijo…
Ah! Tesne, si confieso que me inspire un poco en las historias del gabo garcia marquez, pero no precisamente memorias de mis putas tristes (no me gustó mucho), pero si, tienes razón, se parecen en eso de que los protagnistas las veian dormidas, y por el meollo del burdel, pero lo hice sin darme cuenta.

No tengo una cuenta ahi, me voy a meter en el link a revisarlo, gracias ;)
Anónimo dijo…
no estoy de acuerdo en que se parece al gabo, no se parece a nadie, se parece a latinoamerica...

el lugar comun del burdel del pueblo y las historias que se tejen alrededor es imposible de obviar en este tipo de escenario, el cual ha sido tocado por todos los grandes escritores desde el gabo pasando por uslar, gallegos, cortazar y pare usted de contar cuanto escritor que se precie....

ademas al principio siempre vas a sentirte "repetida" sin querer, aunque es mas bien inspirada, en algo que leiste antes, es lo mas natural le pasa a todos: musicos poetas y locos, esto mienstras de tanto escribir terminas inspirada en ti misma.

sigue adelante me gusto mucho tu cuento te profetizo futuro porque imaginacion tienes de sobra, si te gusta tanto escribir no esta de mas algun taller de estilo, de eso no se ha salvado ningun escritor porque por muy grande que sea el talento y la inspiracion siempre es necesaria la tecnica, pero eso viene a ser lo mas facil...

talento y ganas, que es lo lo dificil ya lo tienes.
suerte.

s.s
ela dijo…
Mercuriano: Gracias, bueno si, quien sabe, voy a investigar a ver que tal, gracias por el dato ;)

S.S.: Bah muchas gracias, y si, a veces empiezo a escribir y cuando leo lo que he escrito siento que es algo muy comun, nada que no se haya visto antes. Y tienes razón, me gustaría pulir mi estilo pues, por ahora solo soy una aficionada, me encanta escribir pero de verdad no me he metido de lleno en la tecnica, gracias por tu comentario XD
Efe dijo…
Wow. Escribe Canelita, me gusta mucho lo que escribes.

Gracias por la visita...
Protheus dijo…
¿Quién no copia? ¿Quién es absoluta, puramente original? ¿Quién no repite?
Gallegos, El Gabo, Girondo, Vallejo, Neruda copiando a Rilke casi al dedillo...
Canelita, el estilo es latinoamericano, el sentimiento, universal. Una buena historia, que te atrapa.
Sigue escribiendo, concursa, escucha críticas. escribe cada día más.
Anónimo dijo…
Me gusto mucho el cuento... no me esperaba que la carmelita fuera loka y muda... pense que era un transfor
Psique dijo…
Buena Historia!!!!
Me gusta tu estilo para escribir
Saludos
a mí me recordó a cien años de soledad, las imagenes sexuales en este libro son increíbles...
saludos
bt
Anónimo dijo…
Esta muy bueno canela, pero para mearse de las risas es el del regueatoonnnnn, quieres más gasolina????

adoptado

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